INAMI: “La migra mexicana”

Por: Erika Juárez Márquez

Hace unos meses, tuve la oportunidad de viajar al estado de Chiapas, específicamente pasé unos días en San Cristóbal de las Casas. Mi trayecto lo hice por tierra, 12 horas de viaje que parecieron eternas debido a que constantemente el autobús era detenido por retenes del Instituto Nacional de Migración (INAMI), quienes uniformados cual policía federal, nos apuntaban el rostro con una lámpara esperando encontrar facciones que no correspondieran con las “mexicanas”. No encontraron nada.

A pesar de que mi estancia en San Cristóbal fue una de las mejores experiencias, en mi mente siempre estuvo la pregunta. ¿Así será mi trayecto de regreso?, y pues como era de esperarse, el regreso fue mucho peor.

El autobús en el que viajaba, venía en su mayoría ocupado por migrantes indígenas, probablemente tzotziles, quienes reían y bromeaban en una lengua que no comprendía. Pensé que quizás muchos de ellos se empleaban o estudiaban en la Ciudad de México y habían ido a pasar unos días con su familia (eran épocas decembrinas), lo que para mí resultaba ser una experiencia agradable; para el Instituto Nacional de Migración no tanto.

A pesar de que este Instituto se desprende de la Secretaría de Gobernación, pareciera un organismo dependiente de la Policía Federal, y no en su mejor versión.

Ya instalados en el autobús comenzamos el regreso, no habíamos viajado ni dos horas cuando el autobús se detuvo, la mayoría de los pasajeros (incluido el grupo de jóvenes) comenzaron a buscar entres sus cosas, yo estaba muy confundida. Agentes del INAMI subieron al autobús y con lámpara en mano comenzaron a alumbrar el rostro de cada uno de los que íbamos ahí, y sólo a los pasajeros con rasgos indígenas les exigieron una identificación. Los jóvenes, ya preparados no tuvieron problema en mostrar su credencial de elector, algunos que aún no tenían la mayoría de edad mostraron su acta de nacimiento, ellos estaban en problemas.

Los agentes les ordenaron bajar del autobús, los jóvenes más confundidos que asustados se miraron unos a otros, no entendían muy bien el español, pero sí entendieron las señas violentas que les indicaban seguir a los agentes.

En el autobús también iba una familia, la mamá llevaba un bebé en brazos. Por supuestos que sus rasgos indígenas la condenaron a tener que demostrar su nacionalidad mexicana, la señora no hablaba nada de español, no obstante su marido fue quien enfrentó a los “oficiales” y solo repetía una y otra vez: “Es mi esposa, es mi esposa”, mientras también mostraba su acta de nacimiento, pero el agente seguía dirigiéndose a ella, a pesar de que no entendía nada. También le pidieron bajar del autobús.

Después de algunos minutos subieron nuevamente y el autobús siguió con su trayecto. Esto paso al menos 5 veces durante todo el recorrido.

En el año 2016, la organización civil Voces Mesoamericanas denuncio la desaparición forzada del jóven Maximiliano Gordillo Martínez, quien fue visto por última vez el día 7 de mayo del mismo año en un punto de revisión móvil del INAMI en el estado de Tabasco, fue bajado del autobús en el que viajaba y nunca más volvió a subir, hasta la fecha se desconoce su paradero.

También existen casos de deportaciones de mexicanos hacia Guatemala y El Salvador, mismos que han sido denunciados ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CDH), sin embargo no se les da seguimiento alguno.

De acuerdo a las estadísticas de la Dirección General de Migración de Guatemala, México deportó en el año 2015 un aproximado de 118 mil centroamericanos.  En ese mismo año, Estados Unidos deportó menos de 50 mil indocumentados. En los últimos años, los mismo centroamericanos han declarado que lo más difícil para llegar a Estados Unidos es cruzar territorio mexicano.

El número de migrantes mexicanos repatriados desde Estados Unidos se redujo en 43.64 por ciento de 2010 al 2015; mientras que el número de centroamericanos (provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador) repatriados desde México aumentó 26.14 por ciento, según el Instituto Nacional de Migración.

En el 2016 México expulsó a 143 mil 226 migrantes centroamericanos, de los cuales 59 mil 679 fueron guatemaltecos, 50 mil 964 hondureños, 31 mil 347 salvadoreños y mil 200 nicaragüenses.

La mayoría de nosotros ha mostrado su molestia antes los comentarios y actos raciales del ahora presidente de Estados Unidos Donald Trump, y hemos mostrado un rechazo absoluto al muro que propuso desde su campaña electoral con el fin de frenar la entrada de migrantes a su territorio.

En México fue anunciado el programa migratorio Frontera Sur bajo la premisa de “protección a los migrantes”. Uno de sus puntos más polémicos fue el que prohíbe el uso del conocido tren “La Bestia” como medio de transporte para que los migrantes de tránsito no pudieran llegar a la frontera con Estados Unidos, claro está que la razón que ellos dieron fue la protección de la vida, ¿Qué diferencia hay con el muro?

México ha hecho y sigue haciendo el trabajo sucio para Estados Unidos. Y actúa como un filtro en el que solo los más valientes sobreviven.

El Instituto Nacional de Migración tiene muchas cuentas por rendir, pero lamentablemente no hay muchas personas que se las exijan.

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Erika Juárez es colaboradora de Radio TexMex FM

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